Si a ti también te apasiona el mundo del vino, no te pierdas este artículo sobre LA PLANTA Y SU FRUTO, te aseguramos que para la próxima vendimia o cata no habrá Vitis vinífera que se te resista!!!

El maravilloso proceso de elaboración del vino de Camesía comienza gracias a la vid, una planta que desafía tanto las bajas temperaturas como los calores intensos, así como los desafiantes suelos, pero que logra generar un fruto dulce que concentra aromas y sabores inigualables.

En la estructura de la vid se distinguen raíces largas, tronco fuerte, ramas con hojas abundantes  y frutos arracimados.

La vid es una planta trepadora del género de las vitáceas, una familia muy extendida; sin embargo, ni todas las vides dan uvas, ni todas las uvas son capaces de dar vino. Hoy, casi todos los vinos que podemos probar proceden de un catálogo formado por unas 5.000 variedades de Vitis vinífera sativa. Esta planta desciende a su vez, por mutación genética, de la Vitis vinífera silvestris, presente aún en el interior de las penínsulas Ibérica e Itálica. La diferencia es que silvestris tiene flores de un solo sexo, mientras que sativa produce flores hermafroditas, lo que hace más fácil la polinización, y con ello, la producción de la fruta.

Estructura de la planta
LARGAS RAÍCES, TRONCO FUERTE CON RAMAS, HOJAS Y FRUTOS EN FORMA DE RACIMO…

Como en otras plantas, en la vid podemos distinguir largas raíces, un tronco fuerte con ramas de las que nacen hojas y frutos en forma de racimo.

La raíz, órgano subterráneo de la planta, está formado por un cuello grueso y leñoso que crece hacia el subsuelo y se divide en raíces secundarías cada vez más pequeñas hasta llegar a delgados filamentos. Estos últimos pelos absorbentes terminan formando un dedal (o cofia) que sirve tanto para proteger los tejidos como para seguir excavando en la tierra. La función de todo este sistema radicular es doble: por un lado, se extiende bajo la tierra y mantiene a la planta unida al suelo; por otro, recoge la humedad del subsuelo, poniendo en ello tanto empeño que es capaz de cavar hasta los 15 metros de profundidad.

TALLO, BRAZOS, CHUPONES, NUDOS, SARMIENTOS, ZARCILLOS, HOJAS, RACIMOS DE FLORES, FRUTOS

El tallo de la vid es corto y fuerte. De él nacen ramas de diferentes tipos: las principales pueden llegar a ser muy gruesas y son llamadas brazos por los viticultores: las secundarias son los chupones. De estas últimas ramas brotan otras, los sarmientos, que tienen una curiosa estructura pues aparecen divididas en porciones o entrenudos que se separan, uno de otro, por abultamientos. Estos abultamientos se llaman nudos y de ellos brotan otros sarmientos, zarcillos, hojas y racimos de flores que se convertirán, después, en frutos. La estructura del tronco y las ramas forma el esqueleto de la planta, al tiempo que eleva del suelo las hojas y el fruto para que reciban el viento y el sol.

Además de las ramas normales podemos distinguir unas ramificaciones rizadas: son los zarcillos, o sea, el mecanismo de agarre de la planta, típico de cualquier trepadora. Su crecimiento en forma de espiral le permite agarrarse a cualquier cosa, sea la espaldera preparada por el viticultor, otra planta u otra rama de la propia planta. En caso de no encontrar un punto de apoyo, la ramita formará un peculiar tirabuzón.

Las hojas constituyen una parte fundamental de la vid, pues gracias a ellas la planta logra dos objetivos: regula su temperatura y humedad y asegura el alimento gracias a su función clorofílica. Esta función es un proceso mediante el cual, con ayuda de la energía del sol, la planta toma el anhídrido carbónico que hay en la atmósfera y lo descompone en sus dos elementos: el oxígeno es expulsado y el carbono, unido a las sales minerales del suelo, es procesado por la vid y convertido en azúcares con los que alimentarse. Por ello, sin un follaje suficiente, la planta sería incapaz de producir para nosotros sus sabrosos frutos.

La flor brota en grupo y cuenta (en el género de la Vitis vinífera) con órganos masculinos (estambres) y femeninos (pistilo). Una vez realizada la polinización, los estambres se pierden y el pistilo, que tenía forma de botella, comienza a crecer y desarrollarse hasta convertirse en uva.

EL FRUTO ESPERADO

RACIMOS (GRANOS DE UVA + RASPÓN O ESCOBAJO)

Los racimos, además de contar con los granos de uva, tienen una estructura de aspecto leñoso que los soporta y que se denomina raspón o escobajo. Este esqueleto suele pesar, con respecto al racimo completo, un 5% de media.

En cuanto al fruto propiamente dicho, encontramos tres partes perfectamente diferenciadas: el hollejo o piel externa, la pulpa y las pepitas o semillas.

FRUTO = HOLLEJO (piel externa) + PULPA + PEPITAS

El hollejo es la membrana exterior que recubre el grano de uva y el lugar donde se acumulan elementos (taninos, antocianos, sales y ácidos) que aportarán gran parte del color, los aromes y sabores del caldo futuro. Además esta piel está, a su vez, recubierta por una sustancia de aspecto de cera que se llama pruina. En ella se van adhiriendo las levaduras que darán origen a la fermentación. El hollejo suele significar el 8% del peso del racimo.

Las pepitas pesan en torno al 4% del fruto, aunque varían de peso y tamaño, (e incluso pueden no estar presentes, como en las uvas de Corinto. Realmente, una vez que la vid fue domesticada, este elemento carece de importancia.) Su aportación al vino se reduce a una mínima parte de materia aceitosa. Es más, si las pepitas llegaran a triturarse, las sustancias aportadas resultarían nefastas.

La pulpa es  una masa de color amarillento o verdoso, tanto en las variedades blancas como en las tintas, salvo alguna excepción de pulpa rosada. Es la parte jugosa del fruto que está formada por una serie de celdillas de paredes delgadas en cuyo interior se encuentra el mosto.